Beatriz Giovanna Ramírez en Pincelada rosa

sábado, 19 de mayo de 2012

ANTES DE ENTRAR EN EL BOSQUE. Poemario de Beatriz Giovanna Ramírez Por: Miguel Ángel Yusta (Escritor y poeta).


"ANTES DE ENTRAR EN EL BOSQUE".
Poemario de Beatriz Giovanna Ramírez

Por: Miguel Ángel Yusta (Escritor y poeta).


Beatriz Giovanna Ramírez y Miguel Ángel Yusta, 19 de enero de 2012, en el Corte Inglés de Zaragoza 

Breve retrato y biografía de Beatriz Giovanna 

Beatriz Giovanna, colombiana, de Bogotá donde nace un cuatro de febrero de 1979, y afincada hace años en el levante español, en Polop, es una persona sutil y evanescente, delicada en apariencia pero llena de fuerza interior; inquieta y en permanente, aunque no alocada, actividad y con una enorme capacidad de creación y de transmisión. Su físico, bello y delicado, con la mirada suave aunque firme y una sonrisa que deshace distancias, esconde la personalidad de una mujer que camina venciendo dificultades y busca con tesón un lugar donde, al fin, encontrar la paz.
Beatriz Giovanna cultiva con primor la poesía lírica, ese género que algunos poetas parecen esquivar hoy, acogiéndose a la idea de que estos tiempos de prisas no son los más propicios para reflejar sentimientos e ideales amorosos “románticos”, que parecen ser barridos por el temporal de materialismo que azota por doquier.
Pero la poesía que descubre la intimidad del alma, siempre vive, resurge, permanece y emociona en las más diversas voces y en todo tiempo y lugar. ¿Por qué? Pues porque esa poesía es emoción, expresión de sentimientos, confidencia, sufrimiento, amor, desamor, dolor... y porque en muchas de las obras el poeta, la poeta, se vierte a corazón abierto y nos muestra los más hermosos y también los más oscuros e intrincados vericuetos de su espíritu, de sus sueños y de sus deseos
Todo poeta sueña con la utopía.   ¿Por qué no?”

¿Es posible hacer de este mundo un lugar más habitable y bello? Creo que es ésta una pregunta que subyace en toda obra literaria y poética. Porque la poesía  viene a ser una forma de vida y un modo de hacerla más bella y agradable.


La poesía está en todas partes: en el sufrimiento, en la soledad, en la tierra, en el mar…Hay poesía en esta mesa, en este papel, en el ruido de los coches, en el asfalto de la calzada, en cada movimiento de cualquier persona al otro lado de la calle y, desde luego en cada una de las personas que conocemos o que, sin conocerlas, pasan a nuestro lado y en cada sentimiento humano: amor, sufrimiento, odio...

La poesía no es sino admiración, perplejidad, asombro de existir. Y esa capacidad de asombro ha de surgir como algo natural; como la de una persona que hubiera caído del cielo y se diera cuenta, atónita, de su propia caída. El verso ha de surgir de forma tan natural como la naturaleza hace los árboles o la primavera las flores. Y el poema ha de ser consecuencia de un estado de ánimo y de una necesidad de expresarlo de manera poética y transmitirlo al resto de los humanos, como diciendo “mirad mi amor, mi sufrimiento, mi odio, mi grito ante la injusticia o mi deseo de paz...”
Beatriz Giovanna Ramírez y Miguel Ángel Yusta, Sede Universitaria de la Universidad de Alicante

 El poemario  “Antes de entrar en el bosque”, es un texto lleno de sensibilidad, en el que están esculpidos todos los surcos de la esperanza, de una delicada sensualidad, con un aroma especial y constituye un paseo reposado por el sentimiento y , ante todo, un permanente acto de reinventarse en la certeza de un renacer.

La poeta hace una declaración de intenciones en las primeras líneas de su libro, citando a tres escritores fundamentales en su devenir poético: Antonio Machado, Rabindranath Tagore y Roberto Bolaño. Y lo hace con citas que fundamentan y enmarcan la obra de Beatriz:
Renovación en Machado:

“Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera”.

Camino a través de las dificultades hacia el amor en Bolaño:

“En el camino de los perros mi alma encontró
a mi corazón. Destrozado, pero vivo,
sucio, mal vestido y lleno de amor”.

Esperanza en un futuro mejor, en Tagore:

Cada niño que viene al mundo nos dice:
Dios aún espera del hombre

y comienza con su poema “Mirada esférica”, con referencia nuevamente a Machado y a Juan Ramón y en la transcendencia de una mirada “cercana a la tierra” pero “soñadora y etérea”. En esa línea imaginaria, más que divisoria integradora, va a seguir navegando el poemario de Beatriz: esperanza, duda, fe y resolución luminosa porque la poeta abre el corazón o se destruye y desea abrirlo, pintarlo de colores felices, dibujarle también una sonrisa y escucharlo, como vemos en su poema “Corazón abierto”.
A partir de ahí, los versos se hacen narración lírica de un devenir vital, nos cuentan su amor, su andadura con el amado por un territorio a descubrir, las sensaciones, paisajes, gentes amigas, como en el poema “Amparo”: “Hay una mujer que me abraza y mira conmigo / el horizonte del mar y las montañas., para seguir, tal vez en solitario, mas siempre sonriendo, su camino: “Mujer: / No te derrumbes que a tu lado crece: la vida y la esperanza.
Es un camino difícil, con vericuetos en los que la soledad pesa y el peligro acecha. La poeta vislumbra el “bosque en el que va a entrar ese “bosque en el que tiene que penetrar irremediablemente aunque teme el hacerlo:

En la eternidad del bosque
hay un silencio inmenso,
que suena y resuena en las hojas
y en los pájaros de agua.

Y aunque “Llueven soledadesnos dice:

Siempre hay una abertura
por la que se cuelan la luna,
el sol y las campanas.

(Avanzo entre el bosque
y la brisa juega con mi pelo.)

Las golondrinas surcan los cielos
y mi cuerpo es aire, tierra,
agua reflejada en el arroyo,
fuego en las trincheras.

(Avanzo entre el bosque
leyendo el libro de mis pasos
devorándolo todo, amándolo todo.)

Sigue caminando la poeta, recordando con nostalgia algunas páginas de su vida, de su infancia, siempre de la mano de sus poetas, de su poeta Antonio Machado. Revive el pasado sin dejar de caminar hacia el futuro: un paso atrás dos hacia adelante hacia un seguro renacimiento. Y se dice:

“Niña, el renacimiento es caminar a tu lado y de tu mano” (pág.38)

 Hay en ese camino espacios para el amor sensual, para el temido lenguaje de las mentiras, para la reflexión y el silencio y la poeta se serena en un hermoso poema final que lleva hacia el apacible horizonte de la esperanza y la paz, tal vez en una dimensión eterna, con la hermosa imagen de unos copos de algodón cayendo sobre su cabello como en un suave y nostálgico desenlace...

Los copos caen en mis cabellos
y van recorriendo el rizo
hasta llegar a mi oído.
Oigo la voz de mi abuela y no lloro.
Hace frío, mucho frío,
pero no lloro,
sólo caen copos de algodón.

Es el de Beatriz un bello poemario de plenitud. Pero para escribir esta obra de plenitud es indispensable haber hecho una larga travesía por el desierto. Afirmaba María Zambrano que “escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde el aislamiento; pero desde un aislamiento comunicable. Y hasta que el poeta no asume ese aislamiento, hasta que no afronta el hueco de su existencia, no reconoce su verdadera condición de escritor. Sólo consigue llegar a ser lo que es, siendo escritor. Entonces se le revela su verdadero lugar, su verdadero espacio: la escritura, en cuyo centro resplandece la palabra.

 La poeta, además, como todo buen poeta, escribe por necesidad, porque nació para eso: como vuela un pájaro, como nada el pez, como crece la hierba. Está en su naturaleza. Pero además se hace en el día a día del trabajo, de la lectura, del silencio, sin dejarse llevar por los cantos de sirena que puedan entorpecer la plenitud de la obra.

Beatriz Giovanna posee – en mi opinión- un estilo con aspiración minimalista, a veces de verso muy breve lleno de expresividad poética  y otras en versificación larga que se sustenta en un ritmo seguro.
 
Su poesía está llena de retazos del inconsciente, de sensualidad y sabor poético típicamente femeninos.
Su técnica está en evolución y la poeta sublima el lenguaje y lo doma con recursos estéticos que lo hacen cercano y sincero. Acude a la abstracción con buen resultado. La expresión es dúctil, dulce y sutil y, en consecuencia, la poética es limpia y sincera y los versos, pulcramente elaborados, están llenos de amor, ilusión, pasión y sueños...

Y más allá de la forma, resulta necesario adentrarse en el contenido. Cuando un escritor, o escritora, comienza a escribir y a publicar, una vez alcanzada la plena madurez, surge espontáneamente la pregunta: ¿por qué ahora y no antes? Probablemente en ese instante cabría responder “porque antes estaba ocupado viviendo” Ese vivir representa el tiempo necesario para experimentar, para sufrir, para gozar, para acumular vivencias, emociones e ir construyendo un mundo que albergue el arte de la belleza poética.

Con esta perspectiva, el poeta va escogiendo sus temas. Rescata uno tras otro, como quien recoge pequeñas flores, los recuerdos, los miedos, la necesidad de romper los muros del silencio y los sueños
Hay poetas que  escriben por puro placer, porque gozan y se renuevan con cada palabra. Creo que Beatriz Giovanna puede pertenecer, o pertenece ya a este escogido grupo.

Pero será mejor dejar hablar a la poesía y a la poeta y que cada cual interprete el poema: tendrá tantas interpretaciones como lectores u oyentes y ahí, precisamente, reside la grandeza de la poesía. En este concierto de la palabra es el poeta el instrumento, su poema la partitura pero es el intérprete quien hará vibrar la palabra. Es ese lector diverso que en cada caso hará una interpretación de la obra poética.

Leed pues y degustad estos versos llenos de vida y sentimiento.
Enhorabuena Beatriz por tu poemario. Adelante con tus poemas.

Muchas gracias.

© Miguel Ángel Yusta, enero de 2012.

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Miguel Ángel Yusta Pérez, zaragozano, poeta, tiene una larga trayectoria ligada a la literatura y los medios de comunicación. Es columnista del diario “Heraldo de Aragón”. Sus más recientes trabajos son los poemarios Luces y sombras, fotopoemas, con fotografías de C. Moncín (Gobierno de Aragón. 1999). Peregrino de ausencias (Unaluna 2006). Teoría de luz (2007). Reloj de arena (2008.).Senderos de amor y olvido (2008.). Ayer fue sombra (Aqua 2010, galardonado con el Primer Premio de la VI edición del Premio de Poesía de la D. del Gobierno de Aragón). Cancionero de coplas (Olifante 2011). El camino de tu nombre (Quadrivium 2011). También las recopilaciones Rincón de coplas (Unaluna 2006) y Artículos indefinidos (2010). Así como varios poemarios colectivos. Algunos de sus textos han sido recogidos, entre otras, en las revistas literarias Criaturas SaturnianasBaratariaAlora e Imán, y tiene publicados diversos artículos relacionados con el folclore aragonés y con la copla, con cuya autoría ha obtenido numerosos premios.
A través de su cargo en la Junta Directiva de la Asociación Aragonesa de Escritores, organiza y participa en numerosas actividades literarias, presentaciones, ciclos, conferencias, jurados etc. Es actualmente Director adjunto de la revista literaria “Imán”.

viernes, 18 de mayo de 2012

Disertación literaria sobre la obra "Antes de entrar en el bosque" de Beatriz Giovanna Ramírez por Angie Simonis



Los poemas son como los sueños, en ellos pones lo que no sabes que sabes.
Lo más importante que una mujer puede hacer por otra es iluminar y ampliar el ámbito de sus posibilidades… Negarse a ser una víctima; partir de ahí y seguir adelante. 

Adrienne Rich

Beatriz Giovanna Ramírez  y Angie Simonis 
Antes de entrar en el bosque, le dije a Beatriz, tenemos que ponernos el disfraz de ninfas para no desentonar en los terrenos sagrados de la Madre Tierra. Habla Antonio Arroyo Silva en la introducción a tu poemario sobre el renacer de la vida, tan evidente en la primavera, y sobre la imposibilidad de que la deidad o la Naturaleza responda a tu pregunta del por qué o el para qué del renacimiento. Quizá Antonio Arroyo no conozca la tradición de la Diosa, no puede sentir lo que las mujeres “sabemos” porque lo “sentimos”: que la vida nunca muere, que es un ciclo eterno, el ciclo de la Madre Tierra, circular, eterno. Que la muerte y el renacimiento las inventaron los dioses patriarcales, mientras que la vida es creación exclusiva de la Gran Diosa. Y que nosotras, las mujeres, somos las representaciones humanas de la Diosa en la tierra.   
Cuando los hombres, como Machado, Juan Ramón Jiménez o Miguel Hernández se acercan a la naturaleza y a la vida y la intentan trascribir al lenguaje, se convierten en hijos de la Diosa y su alma se viste de mujer. Ya lo dijo Robert Graves, en su obra La Diosa Blanca, que el origen del lenguaje poético estaba vinculado a las ceremonias religiosas en honor de la Diosa y que este lenguaje fue corrompido por los hombres patriarcales cuando impusieron el culto a los dioses solares, mucho antes, incluso, de que Apolo se adueñara de Delfos. El tema de los poetas primigenios era el ciclo de las trece lunas, el del nacimiento, muerte y resurrección del año agrario, simbolizado como el dios, el hijo de la Diosa y que después adquiriría múltiples nombres: Tammuz, Dumuzi, Adonis, Dioniso, Mitra, Jesucristo... Los poetas verdaderos para Graves eran los eternos enamorados de la Diosa, su musa, trascriptores de lo pre-racional, para los que ella era su patrona, el ama y señora de su inspiración y su acción vital. La poesía es una revelación de la Musa o Diosa, que sólo puede darse en estado de trance y que nada tiene que ver con el conocimiento racional o la inteligencia, sino con el instinto y el estado onírico. El lenguaje de los mitos y los símbolos era fácil en tiempos de adoración a la Triple Diosa y se hizo confuso con el tiempo. Apolo impuso la razón sobre la poesía y la poesía perdió la magia y se convirtió en un ejercicio formal, se codificó en la escritura, cuyo acceso fue negado a las mujeres, y su magia y poder, basados en el hálito sagrado de la palabra oral, se perdió en la noche de los tiempos.
Pero incluso estos poetas solares, hijos de Apolo, guardaban en su subconsciente el recuerdo de la Madre y por eso convirtieron a la Luna en el símbolo poético universal e imperecedero que sigue siendo, y por ello cuando cantan a la Madre Tierra su voz nos suena tan auténtica, tan real…
Tú poesía, Beatriz, no digo yo que no tenga las influencias de todos esos grandes poetas que has leído, que todas las mujeres que nos acercamos a la poesía y nos empeñamos en la ardua tarea de transformar el mundo en versos, hemos leído y hemos guardado en nuestro corazón como tesoros expresados con un lenguaje universal, sin géneros, que nos abriga a todas y todos, el de la poesía. Pero cuando te leo, te leo más allá y descubro versos de mujer, empapados y transidos de toda la gloria e infortunio que significa ser mujer.
Nosotras, las mujeres, no perdimos la magia del lenguaje poético porque la magia está en nosotras desde que nacemos al ser, como somos, reproducciones fieles de nuestra madre, la Diosa. Está guardada, en forma de espiral acuática, entre las paredes de nuestro útero. Nuestro drama no es que la hayamos perdido, sino que no lo sabemos. Nos robaron la conciencia de este don cuando nos sometieron y subordinaron y nos expulsaron del templo, y llegaron otros dioses que creaban el mundo sentados en el trono de la palabra, sin practicar la sexualidad, sin gestar, sin parir, sin amamantar. Nacer, crear, dejó de ser realidad de sangre y líquido amniótico, de piel y sudor, y se convirtió en un juego de palabras simbólicas.
Las mujeres desconocemos en gran parte nuestra propia tradición, nos la roban, nos la escatiman en la cultura y nos vemos obligadas a rastrearla como detectives, buscando como Proust buscaba el tiempo, nuestro lenguaje perdido y así lo encontramos en los versos, en las palabras de todas las mujeres escritoras que nos han precedido. Pero, aunque no lo conozcamos cultural, racionalmente, afortunadamente, lo intuimos y lo convertimos en cuerpo y sangre poética al cantar y escribir nuestra poesía y lo perdemos, lamentablemente, cuando hacemos ejercicios poéticos según las lecciones de los profesores apolíneos, los que decretan cuántos versos y estrofas han de tener los sudores de nuestros partos. Nuestros versos son de sangre, la sangre menstrual que limpia periódicamente nuestra alma, la única sangre que no se derrama como consecuencia de la violencia, la que se usó durante siglos para fertilizar los campos y que ha terminado despilfarrada, empapada en un tampax de celulosa arrojado al vertedero.
Perseo decapitó a Medusa para apoderarse de su caballo sagrado, Apolo mató a Pitón para apoderarse de su sabiduría, Teseo engañó a Adriana para apoderarse de su reino, un reino que después despreció abandonando a su princesa sacerdotisa cobardemente mientras dormía (menos mal que andaba por allí Dionisos y la elevó con él al olimpo correspondiente, mientras Teseo continúo con sus jueguecitos sangrientos de game boy en versión aquea. Nos han contado que Medusa era un monstruo horroroso, que Pitón era una serpiente dragón maligna y que Adriana era una princesa ingenua y, además, traidora. Y lo hemos creído. No sabemos que Medusa y Pitón son representaciones de la Diosa en su faceta de Madre Terrible y que Adriana era una diosa. También nos contaron que Penélope se pasó la vida esperando a Ulises, teje que teje, y se les olvidó añadir el pequeño detalle de que mientras su maridito se dedicaba mariposear de diosa en diosa y de sirena y sirena, su esposa se ocupaba de la ardua tarea de reinar en Ítaca.
Afortunadamente, hemos aprendido a desobedecer, a rebelarnos, a pecar, en una palabra, por fin nos hemos comido la manzana nosotras solitas, sin sentirnos con la obligación de ofrecérsela a nadie y con ello, ya podemos determinar qué es el bien y el mal. Estamos recuperando nuestra propia sabiduría y hemos dejado de creer muchas mentiras. No somos varones incompletos como dijo Aristóteles, no somos tontas sin alma como nos pensaba San Agustín y no existen los príncipes azules que nos vendieron los hermanos Grimm.  
Ahora, después de cinco mil años de patriarcado, hemos ido recuperando nuestro poder y nuestra tradición y ahí están para apoyarnos e influirnos en nuestros versos Safo, Sor Juana Inés de la Cruz, Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnik, Gioconda Belli, Alfonsina Storni, Violeta Parra, Gloria Fuertes, Adrianne Rich, Silvia Plath, Dulce María Loinaz... una lista que se haría interminable. Ya podemos hablar de tú a tú con Machado, con Juan Ramón y con Miguel Hernández, como hace Beatriz, pero con nuestro propio lenguaje, con nuestra propia poesía. Somos magas, somos diosas y sacerdotisas, como Adriana. Y si un hombre nos engaña y abandona, si mil hombres nos engañan y abandonan, nos despertamos de nuestra pequeña siesta en Naxos y nos sacudimos el dolor del abandono como de un traje pasado de moda y nos convertimos en diosas junto a Dioniso, el dios de la libertad y el éxtasis, el símbolo de la vida indestructible, y celebramos nuestra bacanal, nuestro akelarre, en la arboleda, en el bosque de los sentidos.
Pero antes de entrar en el bosque nos despojaremos de nuestros ropajes de miedo, de inseguridad, de culpabilidad, hechos con el hilo de la dependencia, con ese hilo que nos ataba a una naturaleza que no es la nuestra, sino la que nos contaron que era la nuestra. Y ya desnudas de mentira nos pondremos el disfraz de ninfas, que no es otro que el de nuestra propia piel y nuestro propio lenguaje, hecho de hojas, de frutos y de flores, salpicado de la sangre de nuestros partos biológicos e intelectuales, y bailaremos la danza que nos apetezca, y cantaremos los versos de nuestra verdad, como hace Beatriz, los que hemos escrito apoyadas en un roble, el roble de nuestra fortaleza, de nuestra experiencia.
Esa verdad que la Diosa nos inspira que gritemos, paciente, con su mirada esférica que todo lo abarca. Que necesitamos gritar con el corazón abierto para no ser destruidas, la verdad que pintamos cada día, con infinito esfuerzo, de colores felices. Cuando escuchamos los ladridos de los perros bajo la luna, cuando contamos los garbanzos de la comida que damos a nuestros hijos con miedo de que no sean suficientes, cuando sentimos el aroma de los naranjos al ser besadas, cuando buscamos las amparos que nos consuelen con su voces de leña, cuando nos columpiamos en espadas y cicatrices para curar nuestras heridas, cuando guardamos nuestra felicidad en un laberinto vigilado por el amor de unos ojos rasgados. Esa verdad que será grito en el bosque silencioso, sacudiéndose del pelo la lluvia de las soledades, desmaquillándose el rostro de violencia y rencor, vaciando los cajones de innecesaridades, olvidando el miedo a las espinas del lenguaje porque será más poderoso que ellas el aroma y el terciopelo de los versos. Una verdad contenida en el infinito espacio de una hoja de roble.    
Las mujeres poseemos ya nuestro lenguaje con el que cerrar los círculos de dolor y transformarlos en discursos de poder y afirmación para el mundo. Qué mejor método para ello que el sortilegio. Invoco, con este poema sortilegio, las fuerzas invisibles y efectivas de nuestra propia palabra y nuestro propio discurso:
Nosotras

                Me gustan las mujeres que han sufrido,
las que emprendieron como Ulises
el viaje de los enigmas
y no se quedaron en casa
tejiendo y destejiendo esperas.

                Me gustan las mujeres que han llorado,
que se han lavado la cara
con el rocío del abandono,
que han remendado su boca
con sonrisas tristes
para poder seguir viviendo enteras.

                Me gustan las mujeres valientes
que han vestido penas y complejos
con telas negras de soledad,
pero han esperado su momento
para desnudarse libres y bellas.

                Me gustan las mujeres
todas,
eternas amigas,
las que sufriendo,
llorando
y desnudándose
han aprendido, como yo
a vivir sonriendo.
  
©Angie Simonis, 2012. 

Disertación literaria sobre la obra "Antes de entrar en el bosque" de Beatriz Giovanna Ramírez por Angie Simonis. Casa de Cultura de Finestrat , 5 de Mayo de 2012

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Biobibliografía

Angie Simonis. Soy Licenciada en Filología Hispánica y ultimo mi tesis doctoral en Estudios Pluridisciplinares de Género del CEM (Centro de Estudios de la Mujer) de la Universidad de Alicante, bajo la dirección de la catedrática de literatura Carmen Alemany Bay.
            En mi faceta profesional como docente, he impartido asignaturas relacionadas con la literatura de mujeres y el cine español desde la perspectiva de género en CIEE, programa para universitarios estadounidenses en la Universidad de Alicante. En la actualidad imparto cursos y talleres sobre cine, literatura y mitología de mujeres, como medio de prevenir las múltiples formas de la violencia sexista y fomentar el feminismo, difundiendo su cultura y tradición.
            Por lo que respecta a mi labor como investigadora, hasta 2009 mis investigaciones se centraron en el lesbianismo, con la culminación de la publicación de mi trabajo (DEA) Yo no soy esa que tú te imaginas: el lesbianismo en la narrativa española del siglo XX a través de sus estereotipos, 2009, en la colección Nueva Lilith, también del CEM. Este año también vio la luz mi artículo “Lesbofilia: asignatura pendiente del feminismo español” en Ana María Vigara Tuste (Dir.), De igualdad y diferencias: diez estudios de género, Madrid, Huerga y Fierro, 2009. En 2008 se publicó mi artículo “Yo no soy esa que tú te imaginas: representación y discursos lesbianos en la literatura española” en Raquel Platero (Coord.), Lesbianas, discursos y representaciones, Editorial Melusina. En 2007, «Creatividad femenina en el arte de la palabra. La imagen de las mujeres lesbianas en el siglo XXI» en Jornades 30 anys de feminisme al País Valencià, Allò que fem, allò que volem, 1-2/12/2007, Resum de ponències, taules redones, tallers i comunicacions, Asamblea de Jornades Feministes País Valencià/ Tàndem Edicions, 2007.
            En 2010 publiqué “Retratos en sepia: las imágenes literarias de las lesbianas a principios del siglo XX”, en Elina Norandi (Coord.), Ellas y nosotras. Estudios lesbianos sobre literatura escrita en castellano, Editorial Egales, 2010. En 2011 “Victimismo y palimpsesto lesbiano en la narrativa de Carmen Riera y Montserrat Roig” en Accions i reinvencions, Colección “Cuerpos que cuentan”, Barcelona, Edicions UOC.
            Anteriormente, fui la editora de Amazonia: retos de visibilidad lesbiana (Volumen 2 de Cultura, Homosexualidad y Homofobia), Editorial Laertes, 2007, en colaboración con Félix Rodríguez González) y compiladora en Educar en la Diversidad, Barcelona, Laertes, 2005. En estos mismos volúmenes soy autora de la introducción y de los artículos «En busca del lenguaje perdido. Sobre la crítica feminista lesbiana en España» y «Silencio a gritos: discurso e imágenes del lesbianismo en la literatura».
            En colaboración con Marta Blanco Fernández, editamos Naturaleza de Mujer (Diputación provincial de Alicante / Concejalía de la Mujer, Ayuntamiento de Villajoyosa, 2004).
            Por lo que respecta a mi faceta creadora, obtuve el primer premio en relato corto con «Lágrimas azules», II Certamen de Relato Corto, Asociación de Mujeres “Horizonte de Rute” y Excmo. Ayuntamiento de Rute, Córdoba, 2003. Y fui finalista con «Malva y romero», en I Concurso de Relatos Cortos RQTR, Madrid, 2004.
            En 1996 se publicó mi libro de memorias Yo persona, diario de una superviviente, Distribuciones Margenal, Valencia.
            Como poeta, tengo los poemarios inéditos: El corazón en la palabra (2000), El olimpo cotidiano (2004), Nadires y Cenits (2008), y Artemisa ama a Isis (2009).

            En la actualidad, por lo que respecta a mi faceta investigadora, he abandonado la línea de la literatura lesbiana y he centrado mi tesis doctoral en la investigación sobre la espiritualidad femenina, cuyo título provisional es La Diosa: un discurso en torno al poder de las mujeres.
            Este mismo año de 2012 trabajo en la coordinación del volumen nº 20 de la revista Feminismos, del CEM, La Diosa y el poder de las mujeres. Reflexiones sobre la espiritualidad femenina en el siglo XXI.

jueves, 17 de mayo de 2012

"Vamos a vestirnos de ninfas" La recuperación del imaginario colectivo de las mujeres en la obra de Beatriz Giovanna Ramírez por Angie Simonis en la Tertulia de Pensamiento Marginal. Ateneo de Madrid

Antes de entrar en el bosque, le dije a Beatriz en Facebook, tenemos que ponernos el disfraz de ninfas para no desentonar en los terrenos sagrados de la Madre Tierra. Habla Antonio Arroyo Silva en la introducción a tu poemario sobre el renacer de la vida, tan evidente en la primavera, y sobre la imposibilidad de que la deidad o la Naturaleza responda a tu pregunta del por qué o el para qué del renacimiento. Como ser humano del género masculino (que llamaré hombre a partir de ahora para simplificar) quizá no puede saber, no puede sentir lo que las mujeres “sabemos” porque lo “sentimos”: que la vida nunca muere, que es un ciclo eterno, el ciclo de la Madre Tierra, circular, eterno. Que la muerte y el renacimiento son inventos del hombre, mientras que la vida es invento exclusivo de la mujer. Y que nosotras, como seres humanos del género femenino (que llamaré mujer a partir de ahora) somos las representaciones humanas de la Diosa en la tierra.   
Cuando los hombres, como Machado, Juan Ramón Jiménez o Miguel Hernández se acercan a la naturaleza y a la vida y la intentan trascribir al lenguaje, se convierten en hijos de la Diosa y su alma se viste de mujer. Ya lo dijo Robert Graves, en su obra La Diosa Blanca, que el origen del lenguaje poético estaba vinculado a las ceremonias religiosas en honor de la Diosa y que este lenguaje fue corrompido por los hombres patriarcales cuando impusieron el culto a los dioses solares, mucho antes, incluso, de que Apolo se adueñara de Delfos. El tema de los poetas primigenios era el ciclo de las trece lunas, el del nacimiento, muerte y resurrección del año agrario, simbolizado como el dios, el hijo de la Diosa y que después adquiriría múltiples nombres: Tammuz, Dumuzi, Adonis, Dioniso, Mitra, Jesucristo... Los poetas verdaderos para Graves eran los eternos enamorados de la Diosa, su musa, trascriptores de lo pre-racional, para los que ella era su patrona, el ama y señora de su inspiración y su acción vital. La poesía es una revelación de la Musa o Diosa, que sólo puede darse en estado de trance y que nada tiene que ver con el conocimiento racional o la inteligencia, sino con el instinto y el estado onírico. El lenguaje de los mitos y los símbolos era fácil en tiempos de adoración a la Triple Diosa y se hizo confuso con el tiempo. Apolo impuso la razón sobre la poesía y la poesía perdió la magia y se convirtió en un ejercicio formal, que sólo podían practicar los hombres alejados de la Diosa. Se codificó en la escritura, cuyo acceso fue negado a las mujeres, y su magia y poder, basados en el hálito sagrado de la palabra oral, se perdió en la noche de los tiempos.
Pero incluso estos poetas solares, hijos de Apolo, guardaban en su subconsciente el recuerdo de la Madre y por eso convirtieron a la Luna en el símbolo poético universal e imperecedero que sigue siendo, y por ello cuando cantan a la Madre Tierra su voz nos suena tan auténtica, tan real… Siento mucha tristeza de que haya tantos hombres (y también mujeres) que no conozcan, que no sientan a la Diosa, que no puedan cantarla en su corazón, que sigan buscando los porqués y los paraqués en lugares donde nunca van a encontrarlos, en la ciencia, en la filosofía, en la ambición, en la lucha, en la posesión… porque está tan cerca (y tan lejos) como pueda estarlo el interior de uno mismo.
Nosotras, las mujeres, no perdimos la magia del lenguaje poético porque la magia está en nosotras desde que nacemos al ser, como somos, reproducciones fieles de nuestra madre, la Diosa. Está guardada, en forma de espiral acuática, entre las paredes de nuestro útero. Nuestro drama no es que la hayamos perdido, sino que no lo sabemos. Nos robaron la conciencia de este don cuando nos sometieron y subordinaron y nos expulsaron del templo, y llegaron otros dioses que creaban el mundo sentados en el trono de la palabra, practicar la sexualidad, sin gestar, sin parir, sin amamantar. Nacer, crear, dejó de ser realidad y se convirtió en un juego de palabras simbólicas.
Pero las mujeres, aunque ya no lo “sabemos” racionalmente (porque ¡es imposible!), afortunadamente, lo intuimos y lo convertimos en cuerpo y sangre poética cuando escribimos (cuando cantamos) poesía y lo perdemos, lamentablemente, cuando hacemos ejercicios poéticos según las lecciones de los profesores apolíneos, los que decretan cuántos versos y estrofas han de tener los sudores de nuestros partos. Nuestros versos son de sangre, la sangre menstrual que limpia periódicamente nuestra alma, la única sangre que no se derrama como consecuencia de la violencia, la que se usaba durante siglos para fertilizar los campos y que terminaron también por robarnos para despilfarrarla empapada en un tampax de celulosa arrojado al vertedero.
Perseo decapitó a Medusa para apoderarse de su caballo sagrado, Apolo mató a Pitón para apoderarse de su sabiduría, Teseo engañó a Adriana para apoderarse de su reino, un reino que después despreció abandonando a su princesa sacerdotisa cobardemente mientras dormía (menos mal que andaba por allí Dionisos y la elevó con él al olimpo correspondiente, mientras Teseo continúo con sus jueguecitos sangrientos de game boy en versión aquea. Nos han contado que Medusa era un monstruo horroroso, que Pitón era una serpiente dragón maligna y que Adriana era una princesa ingenua y, además, traidora. Y lo hemos creído. No sabemos que Medusa y Pitón son representaciones de la Diosa en su faceta de Madre Terrible y que Adriana era una diosa. También nos contaron que Penélope se pasó la vida esperando a Ulises, teje que teje, y se les olvidó añadir el pequeño detalle de que mientras su maridito se dedicaba mariposear de diosa en diosa y de sirena y sirena, su esposa se ocupaba de la ardua tarea de reinar en Ítaca.
No sabemos la mayoría de las mujeres que esas historias que nos han contado sobre diosas y reinas, y que llamamos mitos, no son más que versiones, remakes que contienen una mezcla de verdad y de mentira, una suerte de justificación por haberse apoderado del poder de la magia y que, como versiones, tienen un original perdido en la noche de los tiempos. Una magia robada que no supieron usar y que convirtieron en razón, ese sol deslumbrante que no nos deja ver lo que está más allá de lo visible, lo lunar, lo intuitivo, lo femenino.
También nos contaron que nosotras, las mujeres, éramos inferiores, que no teníamos alma, ni inteligencia, que pertenecíamos a la oscuridad, al voluble concepto llamado pecado, el peccatum, latino que significaba trasgresión voluntaria de un precepto tenido por bueno, que era hamartia, fallar el blanco, para los griegos, y que significaba olvido de algo presente para los arameos. Y para la tradición judeocristiana el pecado era el alejamiento de la voluntad de Dios. Y nosotras, con nuestra razón recién estrenada, lo creímos y, para no desviarnos de la ley del dios usurpador, no quisimos transgredirla para no quedarnos solas y vulnerables, para protegernos de la amenaza de ser esclavas, concubinas o esposas, dejamos de sentir nuestro poder y fuimos negadas y subordinadas y creímos que esa era nuestra condición “natural”, como Aristóteles, San Pablo y San Agustín habían decretado.
Afortunadamente, hemos aprendido a desobedecer, a rebelarnos, a pecar, en una palabra, por fin nos hemos comido la manzana nosotras solitas, sin ofrecérsela a nadie y con ello, ya podemos determinar qué es el bien y el mal. Estamos recuperando nuestra propia sabiduría y hemos dejado de creer muchas mentiras. No somos inferiores, no somos tontas sin alma y no existen los príncipes azules.  
En el momento que dejamos de creerlo, ahora, después de cinco mil años de patriarcado, hemos ido recuperando nuestro poder. Ya podemos hablar de tú a tú con Machado, con Juan Ramón y con Miguel Hernández, como hace Beatriz, pero con nuestro propio lenguaje, con nuestra propia poesía. Ya sólo nos queda convencernos y podremos hacer todo lo demás, que no es lo que hacen los hombres, sino lo que nosotras, como mujeres, queremos hacer. Y eso Beatriz lo sabe y yo sé que lo sabe.
Somos magas, somos diosas y sacerdotisas, como Adriana. Y si un hombre nos engaña y abandona, si mil hombres nos engañan y abandonan, nos despertamos de nuestra pequeña siesta en Naxos y nos sacudimos el dolor del abandono como de un traje pasado de moda y nos convertimos en diosas junto a Dioniso, el dios de la libertad y el éxtasis, el símbolo de la vida indestructible, y celebramos nuestra bacanal, nuestro akelarre, en la arboleda, en el bosque de los sentidos.
Pero antes de entrar en el bosque nos despojaremos de nuestros ropajes de miedo, de inseguridad, de culpabilidad, hechos con el hilo de la dependencia, con ese hilo que nos ataba a una naturaleza que no es la nuestra, sino la que nos contaron que era la nuestra. Y ya desnudas de mentira nos pondremos el disfraz de ninfas, que no es otro que el de nuestra propia piel y nuestro propio lenguaje, hecho de hojas, de frutos y de flores, salpicado de la sangre de nuestros partos, y bailaremos la danza que nos apetezca, y cantaremos los versos de nuestra verdad, como hace Beatriz, los que hemos escrito apoyadas en un roble, el de nuestra fortaleza, el de nuestra verdad.
Esa verdad que espera la Madre que gritemos, paciente, con su mirada esférica que todo lo abarca. Que necesitamos gritar con el corazón abierto para no ser destruidas, que pintamos cada día, con infinito esfuerzo, de colores felices. Cuando escuchamos los ladridos de los perros bajo la luna, cuando contamos los garbanzos de la comida que damos a nuestros hijos con miedo de que no sean suficientes, cuando sentimos el aroma de los naranjos al ser besadas, cuando buscamos las amparos que nos consuelen con su voces de leña, cuando nos columpiamos en espadas y cicatrices para curar nuestras heridas, cuando guardamos nuestra felicidad en un laberinto vigilado por el amor de unos ojos rasgados. Esa verdad que será grito en el bosque silencioso, sacudiéndose del pelo la lluvia de las soledades, desmaquillándose el rostro de violencia y rencor, vaciando los cajones de innecesaridades, olvidando el miedo a las espinas del lenguaje porque será más poderoso que ellas el aroma y el terciopelo de los versos. Una verdad contenida en el infinito espacio de una hoja de roble.    
Ayer, hablando de heridas en el pasado, abrí sin querer una puerta dolorosa para mi amiga Beatriz y hoy, quiero cerrar ese círculo de dolor y transformarlo en un discurso de poder y afirmación para ella. Qué mejor método para ello que el sortilegio. Invoco, con este poema sortilegio, las fuerzas invisibles y efectivas de nuestra propia palabra y nuestro propio discurso:


LA BELLA DURMIENTE DESPIERTA

Las princesas de hoy
ya no sueñan con príncipes.
Han descubierto por fin
que los hombres no tienen sangre azul,
que sólo quieren follar
a mujeres que ya no están dormidas
y que, en lugar de amor verdadero,
despiertan en ellas
decepción y rabia
y en el mejor de los casos,
un amargo sabor de resaca.
Los príncipes de hoy
ya no cabalgan en briosos corceles
rescatando bellas damas
ATENEO DE MADRID. Sala: Nueva Estafeta. 
 María Sangüesa, Angie Simonis, Beatriz Giovanna Ramírez


de malvados y dragones.
Son débiles, inseguros,
fuman porros
y se hacen rayas
y hay un alto porcentaje
de eyaculadores precoces y gays.
Lo malo de toda esta cuestión
es un vacío para la literatura,
que tendremos que inventar
otros cuentos
para los hijos del futuro,
donde las damas
rescaten a otras damas
mientras ellos discuten sobre fútbol.  

Angie Simonis.
Domingo, 29 de abril de 2012, Madrid.

En la Tertulia de Pensamiento Marginal: "Vamos a vestirnos de ninfas" La recuperación del imaginario colectivo de las mujeres en la obra de Beatriz Giovanna Ramírez, Por: Angie Simonis, Filóloga Hispánica y Doctoranda en Estudios Pluridisciplinares de Género del CEM (Centro de Estudios de la Mujer) de la Universidad de Alicante.
Lugar: ATENEO DE MADRID.
Dirige: María Sangüesa.

Sala: Nueva Estafeta.


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Biobibliografía

Angie Simonis. Soy Licenciada en Filología Hispánica y ultimo mi tesis doctoral en Estudios Pluridisciplinares de Género del CEM (Centro de Estudios de la Mujer) de la Universidad de Alicante, bajo la dirección de la catedrática de literatura Carmen Alemany Bay.
            En mi faceta profesional como docente, he impartido asignaturas relacionadas con la literatura de mujeres y el cine español desde la perspectiva de género en CIEE, programa para universitarios estadounidenses en la Universidad de Alicante. En la actualidad imparto cursos y talleres sobre cine, literatura y mitología de mujeres, como medio de prevenir las múltiples formas de la violencia sexista y fomentar el feminismo, difundiendo su cultura y tradición.
            Por lo que respecta a mi labor como investigadora, hasta 2009 mis investigaciones se centraron en el lesbianismo, con la culminación de la publicación de mi trabajo (DEA) Yo no soy esa que tú te imaginas: el lesbianismo en la narrativa española del siglo XX a través de sus estereotipos, 2009, en la colección Nueva Lilith, también del CEM. Este año también vio la luz mi artículo “Lesbofilia: asignatura pendiente del feminismo español” en Ana María Vigara Tuste (Dir.), De igualdad y diferencias: diez estudios de género, Madrid, Huerga y Fierro, 2009. En 2008 se publicó mi artículo “Yo no soy esa que tú te imaginas: representación y discursos lesbianos en la literatura española” en Raquel Platero (Coord.), Lesbianas, discursos y representaciones, Editorial Melusina. En 2007, «Creatividad femenina en el arte de la palabra. La imagen de las mujeres lesbianas en el siglo XXI» en Jornades 30 anys de feminisme al País Valencià, Allò que fem, allò que volem, 1-2/12/2007, Resum de ponències, taules redones, tallers i comunicacions, Asamblea de Jornades Feministes País Valencià/ Tàndem Edicions, 2007.
            En 2010 publiqué “Retratos en sepia: las imágenes literarias de las lesbianas a principios del siglo XX”, en Elina Norandi (Coord.), Ellas y nosotras. Estudios lesbianos sobre literatura escrita en castellano, Editorial Egales, 2010. En 2011 “Victimismo y palimpsesto lesbiano en la narrativa de Carmen Riera y Montserrat Roig” en Accions i reinvencions, Colección “Cuerpos que cuentan”, Barcelona, Edicions UOC.
            Anteriormente, fui la editora de Amazonia: retos de visibilidad lesbiana (Volumen 2 de Cultura, Homosexualidad y Homofobia), Editorial Laertes, 2007, en colaboración con Félix Rodríguez González) y compiladora en Educar en la Diversidad, Barcelona, Laertes, 2005. En estos mismos volúmenes soy autora de la introducción y de los artículos «En busca del lenguaje perdido. Sobre la crítica feminista lesbiana en España» y «Silencio a gritos: discurso e imágenes del lesbianismo en la literatura».
            En colaboración con Marta Blanco Fernández, editamos Naturaleza de Mujer (Diputación provincial de Alicante / Concejalía de la Mujer, Ayuntamiento de Villajoyosa, 2004).
            Por lo que respecta a mi faceta creadora, obtuve el primer premio en relato corto con «Lágrimas azules», II Certamen de Relato Corto, Asociación de Mujeres “Horizonte de Rute” y Excmo. Ayuntamiento de Rute, Córdoba, 2003. Y fui finalista con «Malva y romero», en I Concurso de Relatos Cortos RQTR, Madrid, 2004.
            En 1996 se publicó mi libro de memorias Yo persona, diario de una superviviente, Distribuciones Margenal, Valencia.
            Como poeta, tengo los poemarios inéditos: El corazón en la palabra (2000), El olimpo cotidiano (2004), Nadires y Cenits (2008), y Artemisa ama a Isis (2009).

            En la actualidad, por lo que respecta a mi faceta investigadora, he abandonado la línea de la literatura lesbiana y he centrado mi tesis doctoral en la investigación sobre la espiritualidad femenina, cuyo título provisional es La Diosa: un discurso en torno al poder de las mujeres.
            Este mismo año de 2012 trabajo en la coordinación del volumen nº 20 de la revista Feminismos, del CEM, La Diosa y el poder de las mujeres. Reflexiones sobre la espiritualidad femenina en el siglo XXI.